miércoles, 2 de marzo de 2011

CHECK IN...RIO DE JANEIRO



Deja tu mente en blanco. Ahora imagina una selva montañosa, coloca grandes árboles tropicales por todos los lados. Encaja un lago de agua dulce en el centro. Traza dos playas épicas con un mar azul. Sube el sol unos metros por encima del pico más alto y tiñe el cielo de naranja y azul turquesa. Termina poniendo una civilización encima de todo ello, con sus edificios, sus taxis, sus buses y su gente. Bienvenido a Rio de Janeiro.
Puede ser debido a que vivo en Inglaterra y actualmente es invierno, puede ser que en el avión viviera un estado de microclima en esas 12 horas de vuelo desde Londres Heathrow, pero  os puedo asegurar que el golpe de calor, humedad y olor a mar que tuvo la primera brisa que percibí al salir del avión, fue increíble. Era noche cerrada y el termómetro marcaba 30 grados. Mientras mis ropas iban sobrando y aguantaba una cola lenta y tortuosa hasta el control de pasaportes, mis células se adaptaban al verano tropical. Creo que fue en ese momento cuando comenzó la deshidratación que no me abandonó en toda mi estancia. No vale beber agua a ratos, o evitar el calor, vas a sufrir y mejor hacerte a la idea cuanto antes.
Una vez sellado el pasaporte , comenzó el regateo, me explicó ; moverse en Rio supone una aventura, un examen a tu paciencia, a tu capacidad de análisis y si se me permite, a tu picardía.  Después de recoger tu maleta de la cinta, lo primero que vas a encontrarte es gente ofreciéndote taxis para llegar a la ciudad. Llegas a escuchar precios desorbitados, los reales (moneda de Brasil , 1 euro =2, 3 reales) suenan como reals en portugués. No te dejes engañar, no pagues más de 50 reales desde el aeropuerto hasta tu hotel, y un consejo, no hagas caso a  los primeros hombres que te asaltan para contratar sus coches…no bajarán de 100 reales.
De las primeras impresiones que las gentes de Brasil te pueden dejar es que sólo van a hablarte en portugués, no saben ni español, ni inglés, ah y ni te molestes en intentar otro lenguaje, no se van a molestar en intentar entenderte.
De obligada visita en Rio es el Pan de Azúcar y el Cristo Redentor, como un paisaje caprichoso creado desde la misma punta del lápiz de Dios, y digo Dios porque Brasil es el segundo país más católico del mundo y eso se respira en todos los lados. En cada esquina encuentras una iglesia, y su Cristo en la punta del Corcovado (jorobado) da a Rio una aura mística que se quiebra a pie de calle, allá cerca de las favelas con policía militar vigilando algunas de las ruas más peligrosas de Brasil, donde los carteles de droga más importantes de Sudamérica tienen su imperio.
Sus playas más famosas, Copacabana e Ipanema, son más populosas que maravillosas. Los domingos son los días en el que un es difícil encontrar un grano de arena libre de toalla, pero si le quitas la gente y su fama, no es una playa diferente a cualquiera de la costa de cual país sea.
Tema aparte es la comida, sus influencias indígenas, africanas y portuguesas hacen  su menú variado y rico, sus frijoles con arroz, sus carnes o la pasta hecha con gusto de clara influencia italiana. Merece mención la calidad del café (no intentar comparar un café aguado inglés con un fuerte y aromático de Brasil).
A la hora de hablar de los cariocas (naturales de Rio de Janeiro), son gente poco abierta, con una mirada triste y pícara a la vez, que muestra un pueblo que ha pasado penurias y al que le queda mucho por aprender sobre turismo y el trato al foráneo.
Para que una ciudad reciba unos juegos ( Rio será la sede en 2016) necesita una red de transportes adecuada y una oferta hotelera suficiente y de calidad, y desafortunadamente Rio no tiene ni uno ni lo otro. Para coger el autobús es necesario saltar , y literalmente , en marcha. Las paradas no se respetan y los límites de velocidad se desconocen. Los autocares son viejos y un señor, al lado del conductor, se sienta sobre unos tornos para cobrar a los pasajeros,(esos tornos no dejan pasar a gente con sobrepeso, aquellos no son aceptados en el bus). Los taxis cobran sin patrón alguno y el metro es sucio y no llega a demasiados lugares.
Pero debo añadir que Rio tiene las mejores vistas que recuerdo en mi vida. Muy aconsejable es ver la bahía de Guanabra, dejando atrás el barrio de Botafogo, viendo como los aviones aterrizan en el aeropuerto de Santos Dumont en medio de la playa. Increíble el viaje en el teleférico del  Pan de Azúcar, que te lleva al morro de  Urca, desde el cual fotografiar las playas de Ipanema y Copacabana es lujo imprescindible.
Visitar el jardín botánico es saltar del bullicio de la ciudad a un espacio bien cuidado y tranquilo. Sus diferentes ambientes; tropical, europeo, japonés, te da el toque adecuado para desconectar.
De paseo obligado es el gran lago de agua dulce que  sirve de pista de entrenamiento para el equipo de piragüismo del Flamengo, y que a la vez es  conocido como Lagoa Rodrigo de Freitas.(poco accesible sin paso de peatones ni semáforo alrededor de los 7.5 kilómetros de diámetro).
Vivir el carnaval es algo que llevan en la sangre y dejan sentir a través de su ritmo, su gusto por esa música que te hace dejarte llevar. Sus  mujeres no visten tantas curvas perfectas como se piensa, pero de vez en cuando un paréntesis te hace dudar. Algo de mítico hay en todo eso, rumores quizás,  cuando en realidad ni el top-less está permitido en las playas (como alguno creía).
Si se me pregunta alguna vez…¿ me aconsejas ir a Rio? Responderé desde luego, sin dudarlo, vivirlo es  muy recomendable, su paisaje, su modo de vida, su velocidad pausada, su humedad, en definitiva su estilo de vida, pero desde un punto de vista crítico añadiría que tiene mucho margen de mejora con respecto al turismo, que se debe ser consciente de los contras, en cuanto a falta de seguridad, diarreas y clima pero que, en definitiva las experiencias son  el guión de nuestras vidas y que Rio en sí, bien merece un capítulo.



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