domingo, 23 de octubre de 2011

NO OLVIDAMOS




10 julio 1997, los campos de Castilla brillan secos en un verano caluroso. Mi padre conduce suavemente el coche, mientras mi madre entrecierra los ojos cansada. En la radio suena una suave melodía que se corta de repente. El boletín de noticias. La locutora se muestra seria. El concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco ha sido secuestrado por ETA, se pide el acercamiento de todos los presos vascos en un plazo de 3 dias. De no atender a esta condición, la banda le asesinará. Recuerdo ese momento como si fuera ayer, el vello se eriza y el cosquilleo comienza. Aún siento la rabia, el odio y la sed de venganza.
Un sentimiento de impotencia recorrió España de norte a sur, las movilizaciones se repitieron, los partidos políticos se unieron en contra del chantaje y la sinrazón. Muchos nos manisfestamos pidiendo clemencia y manteniéndonos fuertes y esperanzados.
50 minutos después de cumplirse el ultimátum, un tiro en la nuca, cobarde, sucio y a traición de un tal txapote se alojó en Miguel Ángel, dejándole sin vida a las 4.50 de esa madrugada tras una larga agonía en el hospital.
Con la última escenografía de la solución del conflicto se ha hecho daño y se ha faltado al respeto. Los pasos guiados por la izquierda abertzale y el entorno etarra han hecho que gobierno y oposición crean una vez más en el fin de ETA, por enésima vez. Los chicos de la kale borroka se han pacificado y se mantienen en espera por el nuevo escenario. Una vez más.
14 años después nos llega este comunicado de ETA. Con la friolera cifra de 839 víctimas a sus espaldas, en donde se encuentran niños, familias, con más de mil heridos, nos hablan de fin del conflicto, de momento histórico. El aparato propagandístico se vende al mejor postor, se tiende a la euforia, a la victoria, al olvido. Todos los partidos se felicitan por la derrota de los asesinos, y nadie ha visto un arma, una cara o un perdón.
A un mes de las elecciones todos son gestos. Todo son sonrisas y abrazos. Y las victimas siguen dignas, mudas, con su orgullo mermado, su memoria herida. Ni una palabra hacia ellos. Sólo vacias referencias y expectaciones vanas.
Todos deseamos el final, a todos nos ha tocado alguna vez más o menos la sinrazón y el odio etarra. Pero seamos fieles a aquellos que perdieron la vida por su país y sus ideas. Dejemos trabajar por la paz pero siendo justos y coherentes. Se exige un abandono de las armas y un arrepentimiento. Sin estos principios básicos nunca se convivirá en paz en el País Vasco ni en España. Perdonemos pero no olvidemos. Aquellos que un día nos quitaron a Miguel Ángel, a Isaías, Gregorio y cientos más, deben pagar por sus asesinatos, deben conocer el castigo por sus crímenes. Para que un día se pueda convivir en paz. Aquí va mi homenaje a cada una de las víctimas y a sus familias. NO OLVIDAMOS.