jueves, 12 de octubre de 2017

Hasta aquí






Hoy escribo rápido, soltando lastre, casi escupiendo tinta digital sin dejar de darle vueltas a la cabeza. Necesitaba volver a abrir el baúl de mi blog, cuya tapa iba cogiendo ese polvo que sólo las tareas del día a día hacen posarse en nuestras ideas. Esas motas de polvo son las más difíciles de quitar. 
Escribo, decía, quitándome de la espalda las losas de los últimos días y semanas, tan convulsos y agitados que se han acumulado como chapapote en mi ánimo. Y creo, sinceramente, que le pasa lo mismo a una inmensa mayoría de españoles. 
Podemos decir que la felicidad de los ciudadanos ha sido rebajada varios niveles, ha entrado ese desánimo en nuestros hogares, primero, como ligera brisa, luego como vendaval y, cuando nos hemos querido dar cuenta, nuestras conversaciones diarias, nuestros wassups de amigos y familiares se han convertido en monotema. 
Un grupo de individuos, valiéndose de una mentira convertida en gran bola a través del adoctrinamiento en escuelas y pagos de corruptelas en televisión pública. Usando el erario público como hucha para familias corrompidas por la calaña moral, que es amiga del politiqueo más nacionalista y rancio, exclusivista de Europa. Esas personas que, engañando y valiéndose de instituciones públicas e incluso deportivas, han desafiado al Estado de Derecho, han hecho un órdago a algo tan grande que las consecuencias de sus actos deben ser de tal magnitud ejemplarizante que siente precedentes para días y osados venideros. Todo el peso de la ley debe caer sobre aquellos que, apelando al diálogo que no han querido usar durante estos años, han amalgamado a la peor calaña antisistema de un lado y de otro y han confluido en un nacionalismo, anacrónico burgués con olor a naftalina rancia.
Pero, a pesar de la timorata respuesta de nuestros poder ejecutivo pero, sí con la necesaria aparición en escena del rey, impecable, y viendo venir como la brisa inundaba nuestros pulmones, intoxicándolos, ha llegado por fin el aíre fresco. Los españoles hemos abierto las ventanas de par en par extendiendo nuestras banderas por las ventanas. Hemos ventilado el putrefacto olor que nos quiere alejar de nuestra idea de unión europea. Los españoles hemos abandonado nuestra anodina existencia de sofa y suero enfrente de la tele y hemos salido a las calles, a Barcelona, a Madrid, Zaragoza, con una idea que nos hace fuertes. A nuestro país no le desafía nadie. No. Y esto se palpa en la calle, en los bares, en las redes sociales, en los políticos, en los medios. España ha dicho basta. Tú, que quieres romper nuestro país, eres un mísero, y tu destino es la cárcel si cometes un delito. Tú, troll de redes que vives de tu insulto a nuestro país eres vilipendiado, reducido a 0 por una mayoría silenciada que, harta de ser menospreciada, ha cogido bien fuerte el altavoz y ha gritado fuerte hasta aquí; Viva España.